LA DIFUNTA CORREA, DEVOCIÓN Y RELIGIOSIDAD POPULAR
Deolinda Correa vivó durante las luchas internas entre Unitarios y Federales. Ella ayudaba a los soldados curando heridas, alimentando a los más desposeídos y auxiliando en cuanto pudiera en la batalla de Angaco, una de las batallas entre federales y unitarios.
Su esposo, Baudilio Bustos, fue reclutado para luchar a las órdenes de Facundo Quiroga, caudillo de la provincia de La Rioja, en el año 1835. Fue llevado forzadamente allí dejando a su esposa y pequeño hijo en San Juan. María Antonia Deolinda Correa, sufría porque presentía que no lo volvería a ver más, además del horror que se vivía por esos años durante la guerra civil argentina, la desesperanza y la ausencia de su amado esposo, hizo que tomara la desición de ir a La Rioja a reunirse con él, a costa aún de tener que cruzar una gran distancia entre San Juan y La Rioja.
Se vistió con un vestido de color rojo, guardó en un baúl, ropas suyas y del bebé, vistió al pequeño y se fue caminando. Pidió consejo a un anciano que conocía la ruta que iba hacia La Rioja y éste le recomendó que fuera siempre hacia el este, bordeando los algarrobos que allí crecen hasta llegar al valle fértil. Ese era un lugar donde el agua hacía crecer hermosa vegetación plena de flores, un lugar de descanso, pero desde allí podría llegar a su destino. Antes, debería cruzar una enorme zona árida, donde no crece nada, salvo alguna planta del desierto.
Caminó 62 kilómetros, con su valija a cuestas, su pequeño hijo, con sed, hambre y soportando el viento helado de las montañas. Caminó hasta quedar exhausta, ya no pudo más seguir y allí en un lugar inhóspito cayó sin fuerzas a merced de la naturaleza y de Dios que se apiadaría de ella y su hijo. Días después, unos gauchos pasaban por aquellos parajes y viendo que sobre una loma revoloteaban un grupo de buitres al compás del llanto de un bebé, se acercaron y descubrieron una triste e inolvidable escena. Una mujer muerta desde hacía varios días, aún amamantando a su hijo.
Los hombres recogieron al pequeño y sepultaron a la mujer construyendo con ramas gruesas una cruz escribiendo el nombre de Difunta Correa, porque en su cuello llevaba una medalla con ese apellido. Se fueron a Caucete, el pueblo más cercano y allí se conoció la historia que causó tanta pena, aflicción y asombro entre los pobladores.
La historia del milagro se esparció velozmente y poco a poco se fue convirtiendo aquel paraje en lugar de peregrinación de todos aquellos que vieron en ese hecho la mano de Dios.
El cuerpo sin vida de Deolinda Correa sigue amamantando a su hijo en el desierto.
La leyenda de la Difunta El milagro alimenta la leyenda y da pie a la canonización popular.
Desde hace 170 años, el culto a la Difunta Correa no para de crecer. La devoción que despierta su figura se ha ido extendiendo por toda la Argentina y los países limítrofes. Prueba de ello, es la existencia de oratorios, altares y nichos que en su nombre se levantan a la vera de las rutas, desde la provincia de Jujuy hasta Tierra del Fuego.
A diferencia de los mitos, que siempre están referidos a un pasado que se pierde en la noche de los tiempos, las leyendas son narraciones que hablan de un pasado más reciente, pero sobre el cual no existe documentación histórica o, si existe, es sumamente insuficiente.
Así, prácticamente todo lo que se conoce sobre la vida de Deolinda Correa proviene de tradiciones orales. Éstas relatan que en la primera mitad del siglo XIX, vivía en la provincia de San Juan, el matrimonio conformado por Deolinda Correa y el caudillo criollo Baudilio Bustos.
Algunas versiones indican que el hombre cae en desgracia, ya que Deolinda, joven y hermosa, era codiciada por un Juez de Paz con mucho poder en la zona. De forma artera, Bustos es entonces arrestado injustamente por un delito que no comete. Otra versión consigna, en cambio, que el hombre es reclutado por las huestes de Facundo Quiroga para servir en las montoneras.
Desesperada, Deolinda llena un pequeño odre con agua, carga en brazos a su hijo de meses y se interna en el páramo con la ilusión de encontrar a su esposo. Recorre varias horas bajo la canícula del desierto sanjuanino y en un instante de este periplo, se desorienta y comienza a caminar largas distancias “en círculos”, andando para nada o, mejor dicho, para regresar siempre al mismo lugar.
Completamente perdida, sedienta y exangüe, la muchacha se deja caer en la cima de un pequeño cerro. Dicen que antes de morir, implora a Dios para que salve a su hijo. Unos arrieros que pasan por el lugar, les llama la atención la cantidad de aves de carroña que ese día revolotean por la zona. A lo lejos otean un bulto y suponen que se trata de un animal muerto, pero al acercarse distinguen el cuerpo inmóvil de una mujer, de cara al cielo y a su “guagua”, aún con vida, prendido a uno de sus pechos.
Recogen al niño y dan cristiana sepultura a la madre en las proximidades del cementerio de Vallecito, en la cuesta de la sierra “Pie de Palo”. Hacia 1841, otros arrieros que estaban buscando infructuosamente unos animales perdidos, al ver la tumba de Deolinda, imploran su ayuda y la Difunta responde al pedido. Este hecho es el que finalmente va a dar origen al culto.
Canonización popular de la Difunta Correa
De ahí en más, la devoción por esta “santa popular” va a crecer exponencialmente. Desde principios del siglo XX, los promesantes, que en ese momento provenían exclusivamente de los sectores populares rurales, comienzan a acudir en masa al santuario principal de Vallecito.
Según el comentario del periodista e historiador Carlos Parera, para esta época se organizan en las inmediaciones del santuario, “partidas de taba, bailes y pulperías prósperas; las peleas a poncho y facón eran moneda corriente, pero además se registraba un fenómeno muy particular: muchas parejas iniciaban su vida amorosa cerca del altar, consumando así, una resurrección del antiquísimo y pagano culto de la fertilidad”.
Naturalmente, esto causaba el recelo tanto de las autoridades eclesiásticas, como del gobierno provincial, que no veían con buenos ojos estas espontáneas manifestaciones de religiosidad popular.
Hacia 1948 las autoridades religiosas y seculares, se unen y deciden intervenir el culto creando la Fundación del cementerio Vallecito, destinada a la promoción turística y a la utilización de los fondos para obras de bien público.
A los efectos de “preservar la rectitud y las buenas costumbres”, policías a caballo transitan el santuario y se instalan carteles a lo largo y ancho del mismo que advierten a los promesantes: “prohibido caminar abrazados”; “prohibida la música, el juego y el baile”; “las parejas que cometan inmoralidad serán detenidas y trasladadas a la cárcel de Caucete”.
El santuario principal de la Difunta,
En la actualidad, se estima que alrededor de 700.000 personas visitan anualmente el santuario principal de Vallecito ubicado a un costado de la ruta nacional número 141, en el Departamento de Caucete, a 64 kilómetros de San Juan capital.
Aunque no hay que subestimar el número de turistas que llegan al lugar solamente para curiosear, la mayoría de los visitantes al santuario son devotos y promesantes que van a pedir a la Difunta un favor, o a agradecerle por algún milagro concedido.
El punto principal del santuario es el montículo junto al cual se supone fue hallada Deolinda Correa. En los días de mayor afluencia –en semana santa se pueden concentrar alrededor de 200.000 personas-, los cirios encendidos provocan una humareda que puede distinguirse desde varios kilómetros a la redonda.
Oh bendita y milagrosa Difunta Correa!
Protectora de los desamparados que sufren y lloran, ruegote te dignes a escuchar mis oraciones y súplicas, y que por intermedio de nuestro Señor Jesucristo me concedas la gracia que hoy te solicito en mi oración muy humildemente
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y me protejas en los difíciles caminos de la vida. Dios te salve María llena eres de gracia el señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre jesus, Santa MarÍa madre de Dios ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte,
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y me protejas en los difíciles caminos de la vida. Dios te salve María llena eres de gracia el señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre jesus, Santa MarÍa madre de Dios ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte,
Amén
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